Cuando nuestro cerebro nos proporciona la información sonora tenemos
que tener en cuenta que ha ocurrido un proceso que se llama Transducción. Es
decir que la vibración sonora en el aire se ha transformado en información mecánico-electro-química
por un proceso bastante ingenioso y complicado: todo lo que ocurre cuando esa
onda choca contra nuestro pabellón auditivo y penetra hasta nuestro oído y desencadena
una nueva y proporcional transformación de otro grado, de físico a eléctrico,
de un medio espacial a un medio neuronal.
Por ende la exactitud de la correspondencia entre información final (electro-química)
e inicial (fenómeno físico) dependerá de muchos factores y nunca será ideal.
Aunque tuviéramos el oído perfecto, deberíamos de tener en cuenta que nuestra
percepción es distinta a la de los demás, y sólo un meditado análisis y compartir
conocimientos nos llevarán a entender dicha equivalencia, si pretendemos que
nuestro trabajo sea escuchado por otros.
Llegados a este punto empezamos a tomar conciencia de la necesidad
de conocer a fondo tanto el fenómeno del proceso ondulatorio exterior, como
del interior, para poder controlar y sacar conclusiones útiles para mejorar
nuestro trabajo. Puede que por ello, la parte más difícil corresponda a lo que
se denomina Educación Aural, ya que tendremos que luchar contra nuestros defectos
o virtudes, e ir deduciendo más y más información, que sólo nosotros mismos
podremos dilucidar.
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